SINDICATO UNITARIO DE LA GOBERNACIÓN DEL VALLE DEL CAUCA
NOSOTROSCONTACTO 16 Abr, 2024

“Somos sacrificados por una oligarquía que atropella nuestros derechos”

El periodista, Luis Alfonso Mena, entrevistando a uno de los ocupantes de la Catedral, Ancízar Hernández
Por Luis Alfonso Mena S.

Ancízar Hernández es uno de los miles de motoristas que años atrás movilizaban a los caleños conduciendo los buses del transporte público con nombres de colores: los Blanco y Negro, Azul Plateada, Rojo Crema, Gris San Fernando, Verde Bretaña, Azul Crema, Verde San Fernando, Amarillo Crema, Gris Roja…

Y hasta hace poco era conductor de otra de esas empresas, la Coomoepal, de la que, denuncia, fue despedido con otros 420 compañeros, sin que les reconocieran sus derechos. Ya no les permiten ganarse la vida laborando en las busetas verdes de la Coomoepal.


Por eso, para reclamar que los dejen trabajar y ante la falta de atención a sus reclamos, él y 45 compañeros más decidieron tomarse pacíficamente la Catedral Metropolitana de Cali, el martes 12 de mayo


El Masivo Integrado de Occidente, MIO (el Transmilenio caleño), exige que todos los buses tradicionales salgan de circulación, así las flotas de sus operadores no cumplan con las enormes necesidades de una ciudad de más de dos millones y medio de habitantes, como lo es Cali, y aún los requiera, en lo que podría ser una solución multimodal.


Luego de casi dos semanas de toma de la iglesia, hasta ayer no se vislumbraban soluciones, ni la empresa ni el Gobierno Municipal ni el Ministerio del Trabajo ni los dueños del MIO se reunían con ellos.


El único que les ha prestado atención ha sido monseñor Darío de Jesús Monsalve, el arzobispo de Cali, por cuya intermediación, fundada en su sentido social y humanista, se ha frenado su desalojo, según reconoce el propio Ancízar Hernández.


Desde las afueras de la iglesia, situada en la Calle 11 con Carrera 5, en una esquina de la Plaza de Caycedo de Cali, hablamos con él, aprovechando las rendijas del portón del principal centro católico de oración de la ciudad.


“Somos conductores afectados y sacrificados por la oligarquía, por este monopolio, por los ricos de la ciudad que atropella los derechos del pueblo”, es lo primero que nos dice. Y reclama la solidaridad de los demás motoristas que, confiesa, ha sido escasa.


Según Hernández, uno de los pocos que les ha brindado solidaridad plena es del arzobispo de Cali.


— ¿Qué están reclamando con esta toma de la Catedral del Cali?

— Lo único que estamos pidiendo es el derecho al trabajo, continuidad laboral, o, en su defecto, la indemnización como corresponde conforme a la Constitución de la República.


— ¿Hasta cuándo laboraron ustedes?

— Laboramos hasta el once del presente, cuando fuimos vilmente atacados por la Fuerza Pública. Fue necesaria la presencia del Esmad de la Policía y de guardas de tránsito para sacar de las calles a unas personas cuyo único objetivo era laborar y llevar el sustento diario a sus familias. Fuimos tratados como delincuentes en Cali.


— La Alcaldía ha dicho que ustedes podrían ser empleados como conductores del MIO. ¿Qué responden?

— Son 80 cupos los que están ofreciendo y el 90% de los aquí presentes tenemos multas de dos millones de pesos en adelante y es un requisito estar a paz y salvo. Y, como en el caso mío, que tenemos 50 años y más… Y supongamos que nos contraten, pero por haber sido revolucionarios en materia de la defensa de los derechos del pueblo, nos buscan la caída a los dos o tres meses y otra vez quedamos en las mismas.


— ¿Cuál ha sido la respuesta del propietario de la empresa?

— El dueño gerente de Coomoepal fue muy visible durante décadas. En estos momentos es invisible ante la problemática y simplemente optó por no defender la empresa y tirarnos a la calle.


— ¿Cuántos motoristas se encuentran cesantes por efectos de la desaparición de las empresas de buses?

— Tan solo de Coomoepal hay 420 desempleados. Respecto de las demás empresas, se supone que hay unas 700 busetas, unos 1.400 motoristas que no han apoyado la causa justa, pero ellos van para allá, a ellos les queda un cuarto de hora más.


— ¿Cuál ha sido el apoyo de los demás transportadores?

— El apoyo ha sido muy mínimo, ni en materia económica, para soportar la causa del movimiento, ni mucho menos presencialmente.


— ¿Entonces, quiénes les han prestado solidaridad?

— Hasta el día de ayer, algunos vehículos que sagazmente salían a laborar y hacían algún aporte para nosotros. En este momento contamos con menos apoyo que el día de ayer.


— ¿Cuál ha sido la actitud del Arzobispo de Cali?

— Gracias al apoyo y a la presencia del Arzobispo de Cali es que estamos aquí. Ha sido el único, de todos los que se han pronunciado, que realmente ha estado dispuesto a defender la causa de los justos, que es la causa de los motoristas de Coomoepal.


— ¿Qué les ha dicho el Gobierno de Cali?

— En las diferentes declaraciones que han dado a los medios dicen: “Se van porque se van”, pero no nos ofrecen ningún tipo de soluciones. Por eso nos radicalizamos y aquí permaneceremos hasta que salgamos con algo justo, que salgamos con una indemnización, que nos den lo que nos corresponde a los motoristas por diez, once, doce, quince, veinte años de servicio a la comunidad.


— ¿Hasta cuándo piensan llegar?

— La idea es llegar hasta lo último, hasta donde sea necesario. El tiempo es indefinido. Puede ser mañana o dentro de una semana…


— ¿Cómo están haciendo sus familias para sobrevivir?

— En estos momentos tenemos problemas económicos. Hay compañeros que esta es la hora que tienen uno, dos, tres meses de arriendo vencidos. El problema no viene de ahora sino de tiempo atrás, por la salida y chatarrización de tantos vehículos.


— ¿Le han planteado a la Alcaldía la necesidad de mantener los buses en circulación para complementar el servicio del MIO?

— Ese ha sido el tema inicial de todo. Pero en Cali, el alcalde Guerrero y el secretario de Tránsito Hadad están confabulados con la oligarquía, con el monopolio, con el empresariado, sin importar por encima de quien vayan a pasar, sin importar el hambre y la miseria del pueblo caleño.


Tan pronto terminamos de hablar, Ancízar Hernández regresa a la opacidad del interior de la Catedral, mientras en las afueras, en la Plaza de Caycedo, siguen los familiares de los ocupantes y algunos líderes sociales clamando solidaridad, y en las autopistas, avenidas y calles de la ciudad los gigantes articulados del MIO continúan su discurrir, en un interminable ir y venir del monótono color azul, que borró no solo la alegre multiplicidad cromática de los buses de la Cali de hace poco, sino que también acabó con la tranquilidad de centenares de familias de motoristas pobres, hoy en el asfalto.

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