SINDICATO UNITARIO DE LA GOBERNACIÓN DEL VALLE DEL CAUCA
NOSOTROSCONTACTO 29 Mar, 2024

¿Se oponen el ser cristiano y tener una mentalidad revolucionaria?

Apreciaciones del teólogo de la liberación, Frei Betto, a propósito de quienes creen que no se puede ser cristiano y revolucionario… Entrevista concedida a la Revista Nuevo Mundo, en Brasil.

Pensar la relación entre religión y política en la década de los sesenta en América Latina, implica entender que ésta relación está basada tanto en conflictos como en convergencias, en legitimidades como en oposiciones, en luchas como en acercamientos. Lejos de tratarse de una cuestión “epocal” podríamos sostener que “Una mirada de largo plazo nos muestra que en la experiencia histórica particular de América Latina […] ‘lo político’ y lo ‘religioso’ –más allá de los esfuerzos de racionalizar, controlar y rutinizar ambos espacios- aparecen como ‘modalidades de acción’ donde se imbrican creer, soñar, crear promesas de futuro y, sobre todo, dar sentido.”1 

Es innegable que parte de esa utopía socialista recibió una gran influencia del cristianismo. Es más, como sostiene Michael Löwy, el rol del factor religioso es determinante a la hora de comprender el contexto de efervescencia colectiva2 y el fenómeno de las guerrillas en América Latina3.

Con el objetivo de reflexionar sobre la experiencia brasilera de esta época, es que Frei Betto4 se refiere en esta entrevista a su militancia, a la relación entre religión y política, al diálogo entre marxismo y cristianismo, y a la lucha armada como opción de lucha política, brindándonos algunas herramientas para comprender la compleja relación entre religión y política.
Paulo Margaria-Comencemos por hablar de su militancia en Acción Católica, como los inicios de su militancia en la religión y la política. ¿Participaba en un grupo particular?
    Frai Betto-Empecé en el año 59 en Acción Católica, que aquí estaba dividida en varios movimientos de acuerdo al área de interés, por ej. la A, E, I, O, U; la JAC, JEC, JIC, JOC, JUC. Entonces la JAC era Juventud Agraria Católica, la JUC Juventud Universitaria Católica, la JEC Juventud Estudiantil Católica que era de los jóvenes de la secundaria, que era donde yo pertenecía. En ese momento yo vivía en Belo Horizonte y Helder Camara5 fue un gran impulsor de la Acción Católica en Brasil, él era obispo auxiliar de Rio de Janeiro. 

    Comencé en el año 59 y en el año 62 fui elegido para integrar el Equipo de Coordinación Nacional de la JEC en todo Brasil. Fui a vivir a Rio de Janeiro y estuve tres años viviendo en una residencia junto al Equipo de Coordinación Nacional de la JUC. Los dominicos de Belo Horizonte que asesoraban a la JEC tenían una cabeza abierta, progresista. Si bien todavía no se hablaba de la Teología de la Liberación ya existía una gran influencia del padre Lebret6, de los curas obreros que empezaban en Francia, de Maritain, Mounier y de varios dominicos de Brasil que habían estudiado en Francia y que habían absorbido un cristianismo más abierto y progresista. 

    Entonces, en la JEC y en la JUC nosotros ya teníamos una visión muy progresista, de vincular la actuación política con la fe cristiana, evangelizar y concientizar a la gente para cambiar al mundo y a la sociedad. De esta mística resultó la fundación de una organización de izquierda que se llamaba “Acción Popular”, que al inicio tenía un matiz cristiano implícito pero después del golpe militar de 1964 tomó un camino marxista-leninista e incluso se dividió, porque un sector abrazó al maoísmo. 

    En abril del 64 hubo un golpe militar y en junio fui a la cárcel por primera vez, porque los dos equipos de Coordinación Nacional de JEC y JUC han sido encarcelados por 15 días. Luego ingresé en los dominicos al año siguiente, posteriormente a la experiencia de la cárcel. Pasé un año de noviciado en Belo Horizonte y en el año 66 vine a Sao Paulo y aquí me involucré con Marighella7, con la Acción Liberadora Nacional.

    PM-¿Cómo lo conoce a Marighella? ¿En qué circunstancias?

    FB-Porque varios estudiantes dominicos, incluso yo, estudiábamos en la Universidad de Sao Paulo, y ahí había un movimiento estudiantil muy caliente, muy fuerte, de izquierda… 
    En la década del sesenta hubo una división del Partido Comunista Brasileño, porque el partido no quería ir a la lucha armada y entonces Marighella rompió y creó su propio grupo y un estudiante que también estaba en ese grupo se acerco a Frei Osvaldo8 -que hoy vive en Belo Horizonte- y le dijo que un señor, líder de su grupo quería contactar a los dominicos y entonces Marighella vino a nuestro convento. 
    Eso está muy bien descripto en Bautismo de Sangre9, vino con otro nombre, “el profesor Menezes”. Después al final cuando nos dio su literatura, nosotros no tuvimos duda de que era el propio Marighella y ahí empezamos a formar un grupo dominico de apoyo. Entonces fue éste el proceso de acercamiento e involucramiento con la lucha armada.
    PM-El diálogo entre marxismo y cristianismo que fue una característica de los años sesenta e incluso antes, que fue bastante interesante y denso en términos filosóficos, teóricos y prácticos, ¿cómo vive Ud. ese proceso, esa tensión entre su opción religiosa y su opción política de apoyo a la lucha armada?
    FB-Aquí en Brasil ha pasado un fenómeno distinto al de Argentina y Chile, porque ahí pasó que muchos curas cuando descubrieron la opción por los pobres y el marxismo se fueron de la Iglesia, y se ha dado una división entre curas y obispos por lo cual yo diría que fue un corte horizontal. 
    Aquí en Brasil el corte podría decir que fue un corte vertical, había cardenales de derecha y cardenales de izquierda, por eso nunca se creó aquí Sacerdotes para el Tercer Mundo, Sacerdotes para el Socialismo, eso no pasó en Brasil. La gente que venía de afuera admiraba cómo nosotros, de izquierda y en la lucha armada, seguíamos en la Iglesia, no tuvimos que salir del espacio eclesiástico para ir a la lucha porque dentro de nuestro propio espacio había apoyo a la lucha, nuestro superior apoyaba nuestra lucha, sabía que nosotros estábamos involucrados en la lucha armada. 
    Entonces a partir de antes de 1960 empezó el dialogo entre cristianismo y marxismo aquí, yo mismo en el año 61 era vicepresidente de la entidad estudiantil de Belo Horizonte, y nosotros habíamos logrado ganar las elecciones en alianza con los comunistas contra la derecha. Entonces la gente de Acción Católica tenía un perfil de izquierda progresista y eso nos acercaba más a los comunistas que a la derecha reaccionaria. 
    Y ahí empezamos a estudiar mucho marxismo, pero desarrollando desde el inicio una visión muy clara y con la idea clave de que la fe no es una ideología y el marxismo no es una fe. Eso que no fue clave en otras partes, ha creado una enorme confusión porque la gente creía que abrazar marxismo era abandonar la fe, no se podía tener fe y adoptar el marxismo. 
    Para nosotros el marxismo era un método de análisis, no un dogma, no un catálogo de creencias. Entonces en la cárcel por ej. nosotros los dominicos dábamos clases de marxismo a los comunistas porque curiosamente el mejor manual de marxismo que había en este momento era de un cura jesuita francés llamado Jean-Yves Calvez que ha escrito dos tomos sobre el marxismo10: en el primero presenta el marxismo y en el segundo critica el marxismo; el primero es una perfecta presentación del marxismo, con un lenguaje que es muy accesible y muy fiel a lo que es el pensamiento de Marx, entonces nosotros utilizábamos ese libro para dar clases de marxismo a los marxistas. 
    Entonces yo diría que el dialogo cristiano-marxista se ha dado en la práctica porque no puede haber diálogo entre cristianos y marxistas, como no puede haber diálogo entre cristianos y musulmanes si no hay una práctica común. Cualquier otro diálogo fuera de la práctica es una discusión bizantina, un sinsentido.
    PM-En cierta medida esa cuestión dogmática que Ud. habla y no haber entendido el marxismo de una manera más abierta y como un proyecto o un método de análisis, creo que es una de las razones de la “derrota” de las izquierdas en Latinoamérica en las décadas del sesenta y setenta. ¿Qué conclusiones saca de esas experiencias?
    FB-Yo creo que la lucha armada en aquel momento fue justificada, en ningún momento yo he afirmado o he escrito que haya sido un equívoco, no. 
    Ha sido la única posibilidad de lucha que había en determinado momento a fines de los años sesenta y principios de los setenta, pero evaluamos mal el enemigo, subestimamos el enemigo, y a partir de ahí fue que fuimos descubriendo otras formas de lucha, sobre todo porque en aquel momento nuestra forma de luchar era una forma muy elitista, porque no teníamos base popular. 
    Éramos vanguardia de una retaguardia que no existía a no ser en nuestra imaginación. Yo siempre afirmo lo siguiente: teníamos ideología, teníamos coraje –mucha gente ha dado su vida- , teníamos dinero de las expropiaciones bancarias, teníamos dedicación, pero no teníamos un detalle. 
    Sólo que ese detalle era el noventa por ciento de todo, que era el apoyo del pueblo, por eso fuimos todos derrotados. Pero después empezamos a construir otros canales de lucha como el Partido de los Trabajadores, el Movimiento de los Trabajadores Rurales Sin Tierra, la Central de Movimientos Populares y todo eso; y empezamos a hacer trabajo popular desde las comunidades eclesiales de base, desde los movimientos populares sindicales. 
    Ahí si construimos una fuerza política que llevo a Lula y a Dilma a la presidencia de la República y algunos cambios no estructurales pero significativos en la historia política de Brasil.
    PM-¿En ese sentido la Iglesia aquí en Brasil en la década del setenta se transforma en un paraguas que permite desarrollar la lucha política?
    FB-Exactamente. En Brasil la Iglesia en el inicio ha apoyado el golpe militar, pero después cuando la dictadura empieza a perseguir a la iglesia, la Iglesia asume una defensa corporativa de su cuerpo eclesiástico y se va a ir distanciando de la dictadura y tornándose cada vez más crítica. 
    El propio Vaticano pasa a ser crítico con el papa Pablo VI. Pasa a tener una actitud muy crítica y a apoyarnos a los que luchábamos contra la dictadura, incluso en la cárcel nos ha manifestado apoyo por escrito, nos ha dado un rosario de regalo. 
    Claro realmente es un proceso en el que la Iglesia se torna un paraguas para todos aquellos que luchan por los derechos humanos y contra la dictadura que no tenía ningún respeto por los derechos.
    PM-Hay una frase en el libro “Cartas de prisión” que me llamo mucho la atención, Ud. en una de las cartas se pregunta ¿santo o terrorista? Y en cierta medida la tensión entre religión y política implica límites difusos y en ese sentido el juzgamiento legal que le hacen a Ud. está basado en encíclicas, ¿qué sentido tenía esa pregunta?
    FB-Para nosotros era muy claro que no hay posibilidad de separar religión y política, el arzobispo de África del Sur Desmond Tutu11 ha dicho que “no hay nada más político que afirmar que la religión no tiene nada que ver con la política”. 
    No existe religión o Iglesia políticamente neutral, existe Iglesia que está muy satisfecha con el sistema como el caso de Argentina y los obispos que apoyaron la dictadura. O se apoya o hay oposición, no hay un término medio. 
    Hay un discurso que intenta justificar la separación, este es un primer dato. 
    El segundo, yo siempre afirmo que nosotros los cristianos somos discípulos de un prisionero político: Jesús no ha muerto por una enfermedad en la cama, ni por un accidente con un camello en una esquina de Jerusalén, ha sido muerto como muchos compañeros en Argentina y Brasil, ha sido encarcelado, torturado, llevado a un juicio y condenado a la pena de muerte en la cruz. 
    Entonces decir que Jesús no se metió en política es una ingenuidad, sobre todo porque en aquel momento la división cartesiana entre religión y política que hay hoy, no había; quién tenía un poder religioso tenía un poder político, quién tenía un poder político tenía un poder religioso. 
    Ahora bien, hay que saber comprender que la religión es una dimensión distinta de la esfera política, son complementarias en nuestra vida y en la vida social, pero no voy a una misa para recibir un programa de un partido político como tampoco voy a una reunión política para decir “vamos a hacer ahora una oración”. 
    Hay que hacer las distinciones modernas que son necesarias, pero también hay que tener la conciencia de que no puede haber neutralidad. La religión tiene siempre implícitamente una clara posición política, o de legitimación del sistema de injusticia y opresión capitalista, o de acusación, denuncia y deslegitimación.
    PM-Su experiencia en la cárcel lo acerca mucho más a la experiencia religiosa…
    FB-Sí, mucho más, porque la cárcel es una experiencia de catacumba como los mártires. En la cárcel uno se vuelve loco o tiene que cambiar muchas cosas en la vida, y para mí la cárcel fue un gran retiro espiritual, un momento de profundizar mucho mi vida de fe y mi experiencia religiosa. En ese sentido fue una escuela y no lamento haber pasado por la cárcel, a pesar de todo el sufrimiento, es una cosa que está muy incorporada en mi vida, no fue un hiato.
    PM-¿Cómo fue la experiencia de la convergencia en los años setenta, de grupos que se acercan a la Iglesia como forma de seguir la militancia política, en la medida en que la dictadura suspendió los derechos políticos?
    FB-Es una experiencia muy rica, porque el punto de encuentro no era la fe sino luchar contra la dictadura, luchar por la democracia y por los derechos humanos. Todos los grupos de izquierda, marxistas, que estaban en esta línea se acercaban a la Iglesia porque como tú has dicho la Iglesia funcionó como paraguas. 
    Mucha gente que nunca profesó una fe cristiana, nunca se acercó a la iglesia, participó activamente incluso en la Comisión Justicia y Paz de la Arquidiócesis de Sao Paulo y Don Paulo Evaristo Arns12 abrazaba a toda esa gente sin pedirle ningún documento de bautismo ni nada. 
    Y ahí se fueron creando muchas herramientas de lucha, la Comisión es una de ellas, pero también se creó Clamor que fue un grupo que también investigó la desaparición de niños durante la dictadura en Argentina, apoyó la elaboración del “Brasil Nunca Más” que fue un trabajo clandestino y había mucho miedo y fue un libro muy impactante porque no hay noticias de periódicos, sino que todos los datos fueron sacados de los documentos oficiales y de la justicia militar. En fin, fue apoyando también muchas iniciativas relacionadas con la lucha.
    PM-¿Por qué el estado brasilero nunca ha investigado los crímenes de la dictadura?
    FB-Porque tiene miedo de los militares todavía, los militares son una institución muy fuerte y todavía no hubo ningún grupo político que haya tenido el coraje de enfrentarlos. 
    Sin embargo hubo presión y recién ahora se está conformando una Comisión de la Verdad, que debería ser de Verdad y Justicia pero no se va a hacer Justicia porque en Brasil se creó una amnistía esdrújula, porque no se puede amnistiar a alguien que no ha sido imputado ni juzgado. 
    Amnistiar significa que tú has cometido algo que la ley reconoce como crimen y entonces ahora vas a ser amnistiado. Pero esta gente nunca fue imputada ni juzgada, fue amnistiada pero como una operación jurídica. Hay gente de la izquierda que apoyó esa amnistía y eso es tremendo. No hay presión suficiente como para llevar los militares a juicio.
    PM-Por último, las dictaduras en general en el Cono Sur tuvieron el efecto de -en cierta medida- quebrar el lazo social y con esto también la posibilidad asumir responsabilidades, de poder realizar un duelo. ¿Cómo luchamos para crear memoria sobre este trauma? Y ¿cómo se sigue con la lucha desde la izquierda para que no pase nunca más, pero también para que deje de pasar?
    FB-Bueno dos cosas. Primero, hay muchos trabajos en Brasil de mantener viva esta memoria, por ejemplo la novela Amor y Revolución13, y es muy dura con los militares. También hay muchas piezas de teatro y películas sobre esta época, entonces creo que hay un esfuerzo por mantener viva esta memoria. 
    Y segundo la reconstrucción del lazo también depende de la gente, hay gente que no quiere hablar de este pasado, hay gente que vive de este pasado y hay gente que, como yo, hice todas mis memorias sobre este tiempo y ya puse un punto final a este tiempo y no hay más nada que decir. 
    E hice tres libros: Bautismo de Sangre, Cartas de la Prisión y Diario de Fernando. Ahora, hoy cada uno sigue una forma de lucha diferente, en mi caso sigo asesorando a Movimientos Sociales, intentando abrir espacios de modo de fragilizar el sistema capitalista. Organizar la esperanza para mí es organizar las bases.

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